San Sebastián (España) 2 may (EFE).- La ingesta de ácido fólico un mes antes del embarazo y cuatro semanas después podría reducir en un 39 por ciento el riesgo de que el niño padezca autismo, un transtorno para el que la comunidad científica trata de encontrar biomarcadores, aunque por ahora sin resultados definitivos.
Esta es una de las idas planteadas hoy durante el Congreso Internacional sobre el Autismo-International Meeting for Autism Research (IMFAR), que se celebra en San Sebastián con la participación de 1.700 expertos.
Los asistentes conocieron un estudio elaborado entre 85.000 mujeres en los países nórdicos de Europa que ha permitido comprobar la importancia de la ingesta de ácido fólico en el primer tramo del embarazo.
Pese a que existen numerosas incógnitas sobre el autismo, su origen se considera genético, dijo hoy el presidente del congreso y experto en psiquiatría infanto-juvenil, Joaquín Fuentes.
Sin embargo, los genes no son inamovibles y su «expresión» puede modificarse según los hábitos, la alimentación o el tipo de vida que lleve una persona y estos cambios pasan a la siguiente generación y condicionar la enfermedad.
Fuentes subrayó la importancia del diagnóstico precoz, ya que se ha demostrado que con los tratamientos adecuados -generalmente educacionales, aunque existen fármacos en fase de ensayo clínico- los niños autistas no sólo aprenden sino que mejoran las áreas del cerebro que procesan el sentido social.
Uno de los factores que podría ahondar en el diagnóstico precoz del autismo es el establecimiento de biomarcadores (indicador de un proceso biológico normal o patológico), una tarea en la que todavía no se han logrado resultados irrefutables.
Según explicó Laura Hewitson, del Johnson Center for Child Health and Development de Austin (EE.UU), como candidatos a estos biomarcadores pueden figurar el tamaño del cráneo, el movimiento de los ojos y la acústica vocal.
Sin embargo, es difícil definir uno de ellos como determinante del autismo por la «diversidad tremenda que presenta el espectro de este transtorno, que es mucho más que la tríada de síntomas más comunes en las personas que lo padecen: la dificultad social, las conductas repetitivas y la limitación del lenguaje».
La dimensión ética del establecimiento de indicadores de autismo durante el embarazo ha sido analizada por la Paula Walsh, del King’s College de Londres, filósofa de formación e interesada en el transtorno porque lo padecen tres de sus nietos.
Walsh aseguró que el acceso a un diagnóstico prenatal de autismo podría generar controversia si deriva en una «selección de fetos», ya que los padres «podrían decidir abandonar el embarazo porque no se sienten capaces de facilitar los cuidados necesarios».
A su juicio, es necesario seguir con la investigación en este terreno, pero hay que «ser conscientes de los problemas éticos y morales» que puede conllevar. EFE